Literatura infantil feminista, o de cuando leí Pippi Calzaslargas a mi hija.

Literatura infantil feminista, o de cuando leí Pippi Calzaslargas a mi hija.

Una de las obras de la literatura infantil feminista me salvó a mi, y a mi hija, de la propaganda principesca de Disney. Les dejo esta anécdota para recalcar sobre la necesidad de una literatura para niños libre de miradas estereotipadas y sexistas. Una literatura infantil que contribuya a la igualdad de géneros y a una sociedad más equitativa.

Los días previos

Las últimas semanas habían sido insoportables. No hacía mucho había pasado el estreno de Frozen y la Navidad del 2014. Mi hija había recibido una cantidad exagerada de regalos relacionados con princesas. Contra mi voluntad, la habían bombardeado con aquella suerte de propaganda de Disney. No sobra decir, que lo habían hecho de la mejor voluntad, sin embargo era yo quien tenía que sufrir viendo a mi hija de cuatro años, interpretar a la princesa Elsa, hablar de castillos y coronas, cantar Let it go, e intentar congelarlo todo, incluso a mí.

Lo que realmente más me molestaba era que mi hija había adoptado una actitud frágil, que nunca antes había tenido. Estaba muy preocupada por que su corona no se cayera, que su vestido no se enmugrara. Lloraba más, era más dependiente. Y lo peor de todo, era que en nuestros juegos, yo tenía que ser un ridículo muñeco de nieve llamado Olaf.

Yo tenía que hacer algo. No podía quedarme “congelado” ante tal situación. Yo no quiero una hija princesa, pero tampoco quería prohibirle usar sus juguetes, pues sé que es el peor error que hubiera podido cometer. Entonces, ante tal situación, no tuve más que invocar los super poderes de Pippi Calzaslargas. Solo ella, con su magnífica fuerza podría vencer a las terribles princesas que habían tomado posesión de mi casa y de mi hija.

Preparándome para la guerra.

La guerra estaba declarada. Y yo preparaba, silencioso y estratégico, mi letal arsenal. Sabía que solo Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Långstrump (Hija de Efraim Långstrump) tenia la fuerza para vencer a la princesa Elsa. Solo aquel libro tenía el poder de rescatar a mi hija de las garras de Disney.

Para quienes no han leído Pippi Calzaslargas, se trata de un libro escrito por Astrid Lindgren en 1945, que cuenta las aventuras de Pippi, una niña de 9 años dotada de una gran fuerza, huérfana de madre, y su padre, Efraim Långstrump, quien es un pirata, rey de los currelotas. Esta obra es una de las precursoras de la literatura infantil feminista, pues proponía, por primera vez, a una niña creativa, fuerte y rebelde ante todo lo convencional, como protagonista de un libro infantil.

Lo que más me gusta de Pippi es que es una niña valiente, inteligente, fuerte, hermosa, como sé que es mi hija. Además, otra cosa que me encanta de Pippi es que no respeta a la autoridad y se burla de dos policías tontos. Me gusta que es amiga de los animales y que duerme con los pies en la almohada, como quien pone todo el mundo al revés.

Primeros días de la operación Anti-Princesas.

Fue fácil comenzar a leer el libro, pues yo leo historias a mi hija todas las noches. Entonces, siguiendo la estrategia de Cherezade, leí el inicio de Pippi Calzaslargas y me retiré muy despacio, sin decir nada, sin imponer nada. Ahí le había dejado esa primera historia y a la noche siguiente, probaría que tan efectiva es la pluma de Astrid Lindgren.

La siguiente noche, tomé otro libro y comencé otra historia. Pero mi hija me interrumpió. ¿No vas a seguir leyendo a Pippi? me preguntó. Y con una sonrisa de satisfacción, como de quien logra su cometido, seguí leyendo aquella noche y las siguientes, las aventuras de Pippi Calzas Largas, hasta terminar el libro. Una aventura por cada noche.

Los días posteriores.

Los resultados de nuestra lectura fueron más que evidentes. A los dos días de comenzar a leer Pippi Calzaslargas, las princesas ya ocupaban el humillante lugar de los juguetes olvidados. Mi hija se dibujaba pecas en su cara, vestía dos calcetines de diferentes colores y me pedía que le hiciera dos colas. Había adoptado al personaje. Un oso de peluche era ahora un mico, Mr Nelson, y un perro era su caballo, Pequeño Tío. Dormía con los pies en su almohada y me pedía que la levantara haciendo cosquillas en la planta de sus pies.

Pero no solo había adoptado la forma de Pippi. Ahora se comportaba de manera valiente, era una “encuentracosas”, menos tímida, menos sumisa, más fuerte. Irreverente con la autoridad, es decir, conmigo, y eso me encantaba, aunque debiera asumir el costo de lo que le había leído y lo que en ella había creado: una feminista-anarquista en potencia, tal vez.

Mi hija dejó de ser frágil, ahora era fuerte y decidida. Yo dejé de ser un ridículo muñeco de nieve y ahora era el pirata Efraim Långstrump. Vivíamos con un mono y un caballo en nuestra Villa Mangaporhombro. Y la princesa Elsa había quedado en la frialdad del olvido. Había quedado comprobada la fuerza de Pippi, y la efectividad de la pluma de Astrid Lindgren y su obra de literatura infantil feminista.

Disney contra-ataca.

Todo iba bien, hasta que un día, alguien le regaló un frisbee rosado, decorado con princesas. Parecía que las princesas habían regresado “volando”. Pero hicimos algo genial. Le propuse a mi hija pintar sobre la ilustración de las princesas un dibujo de Pippi Calzas Largas. —¿Así va a volar más lejos?— me preguntaba. —Efectivamente, hija—, le contestaba.

Literatura infantil feminista.

Ahora no tengo dudas de que el arte y la literatura cambian nuestro mundo. Y contaré esta anécdota a quienes creen que la literatura infantil no es cosa seria, que no cambia realidades, que no cambia el mundo; a todos quienes piensan que la literatura infantil solo tiene una función meramente recreativa. Hay que decirle a todos que una literatura infantil feminista, es liberadora y contribuirá sustancialmente a un mundo mejor.

Escribo este artículo a pocos días de que Disney anunció que lanzará la segunda parte de su gran éxito: “Frozen 2”, o como también podría llamarla: “Elsa contra-ataca”

Quiero decirles a los señores de Disney que la batalla, esta batalla, ya la tienen perdida. El arte siempre será más fuerte que la propaganda.

¡Este libro te encantará!

 

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