Florence Thomas

“Éranse veintidós historias de mujeres”

“En el teatro de la memoria, las mujeres son sombras ligeras…” Georges Duby y Michelle Perrot

Éranse veintidós historias de mujeres: veintidós historias que atraviesan el tiempo y el espacio; veintidós historias emblemáticas que fueron escogidas entre muchas otras posibles. Historias que andan por el mundo y surcan los siglos y que nos devuelven la certidumbre de que siempre las mujeres estuvieron de alguna manera presentes en el mundo, a veces calladas, otras veces ocultas, a menudo controladas, casi siempre sumisas a culturas patriarcales que buscaron la manera de silenciarlas y mandarlas al patio de atrás. Probablemente para no tener que enfrentar ese poder cósmico que tienen ellas de dar la vida, y que ellos no logran asumir. Y no solo de dar la vida sino de cuidarla, de hacerla fluir a como dé lugar y finalmente de lograr vencer el desorden, el caos y la desolación generada por las miles de guerras de los hombres.

Érase una mujer, un libro espléndidamente ilustrado con veintidós mamushkas, una por cada historia. Un libro que nos muestra que hay miles de maneras de escribir una historia de las mujeres, de las mujeres del mundo, una historia que nos recuerda su fantástica soberanía –destinadas tradicionalmente a la soledad de la reproducción materna– cuando se atreven a enfrentar un mundo hostil y nunca pensado para ellas, cuando resuelven tomar la palabra, empujar la puerta de sus castillos para huir de la sombra de lo doméstico, usar la extraña magia de su piel olorosa, volver lo imposible posible o revivir una memoria que no se puede perder, a veces inventándose pociones que trastornan a los hombres, pero siempre para recordarnos que ese mundo es mixto, es plural y que la humanidad sin ellas hubiera naufragado inexorablemente.

Hoy, y después de siglos de silencio, existen múltiples historias de las mujeres. Sin embargo, ese largo silencio indica que la pregunta de saber si su historia tenía algo de interesante carecía de sentido y ni siquiera se planteaba. Además, ¿qué se podía saber de las mujeres y a quién le interesaba escucharlas cuando manifestaban tener algo que decir? Recordemos que las mujeres, con algunas excepciones que justamente son las que se recogen en Érase una mujer, no tenían ni cuerpo ni palabra. Ya nos lo había dicho Georges Duby, ese gran historiador que trató de encontrar algunas de ellas en los tiempos de las catedrales, cuando nos prevenía que teníamos que resignarnos, pues lo único que pudimos captar de lo femenino durante mucho tiempo fue solo a través de la mirada de los hombres. No obstante, y a medida que algunas lograron tener acceso al saber, las más cultas se atrevieron a escribir, arriesgando a veces sus vidas, pues efectivamente “las mujeres que escriben también son peligrosas”, como nos lo recuerda el título de un bello libro que descubre la vida de mujeres sabias, cultas y escritoras, a lo largo de muchos siglos; mujeres a menudo desconocidas para el gran público e incluso amordazadas en la mayoría de los manuales o compendios de literatura universal.

En ese sentido, Érase una mujer tiene la particularidad de presentarnos la historia de veintidós mujeres, desde las cuatro esquinas del mundo, quienes reafirman con valentía y una fuerza y sabiduría inusitadas, un amor a la vida que toca a la locura; tal vez lo que llamamos hoy una ética del cuidado de la vida. Ahí, encontramos las transgresoras de los edictos y mandatos de una cultura patriarcal en relación con el deber ser de las mujeres; encontramos las eternas víctimas de las miles de guerras generadas por la devastadora locura de los hombres; las madres y abuelas que no logran perder la esperanza de volver a abrazar a sus hijos o nietos desaparecidos; las valientes revolucionarias de muchas revoluciones; las que no dudaron en reclamar pan y rosas para obtener mejores condiciones de trabajo en las fábricas; otras, más sabias que los sabios, quienes conocieron los misterios del universo y sus estrellas; las brujas quienes por usurpar un poder que no les pertenecía terminaban en la hoguera y, en fin, desde nuestra primera hermana australopithecus, Lucy, todo el texto es un homenaje a las mujeres, a todas las mujeres que creyeron en un mejor mundo posible para todas y todos. Por algo la tierra se nombra a menudo como tierra madre y no puede ser sino femenina.

Ojalá este libro se convierta en un texto escolar para bachillerato, un texto que permita investigar cada vez más el tema de la participación de las mujeres; una participación difícil de discernir o de comprender si uno solo se queda en sus palabras. Tal vez en sus silencios y en lo que no lograban decir, está la clave.

Florence Thomas
Bogotá, febrero 2015

 

Tomado del libro Érase una mujer, escrito por Vera Carvajal, con prólogo de Florence Thomas

 

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El libro Érase una mujer de la autora Vera Carvajal, plantea un viaje viaje por diferentes tiempos y geografías de la humanidad de mano de mujeres intensas, poderosas, enteramente bellas, capaces de trastocar el dolor en esperanza; de domar lo cruento con la palabra; de resistir y transformar; de preguntar y responder; de criar la vida en el cariño; de cambiar paradigmas del ser, del saber, del amar, del quehacer.

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